La estrategia, definida como el Arte de Proyectar o el conjunto de acciones que se realizan encaminadas hacia un objetivo, no es una tarea de unos cuantos líderes que la historia y la sociedad ha llamado “estrategas”. Por su propia definición y por la misma concepción que tenemos de la estrategia, es claro que nos concierne a los seres humanos en todas las áreas de nuestras vidas.
No es un concepto que se utiliza solamente en ciertos espacios y momentos o solo cuando se debe definir la forma en la que vamos a obtener resultados organizacionales o militares. Puede ser que la estrategia como término haya nacido del arte de la guerra, pero eso no significa que tenemos que estar en una contienda militar o en una misión organizacional para que como individuos o equipos de trabajo podamos pensar estratégicamente.
La tarea del pensamiento estratégico es para todos y de todos los seres humanos que buscamos generar cualquier tipo de tarea y alcanzarla. Eso involucra todas las áreas de nuestras vidas, todos los momentos y todos los espacios.
Para pensar estratégicamente debemos empezar por tener presente que en esencia somos seres emocionales y racionales. Al mismo tiempo, en mayor o menor medida nos guiamos por la lógica y el sentido común. Estos son elementos que podemos tomar a favor o en contra a la hora de proyectar o generar acciones para alcanzar objetivos propios (Individuales) o ajenos (Organizacionales). Es decir, a la hora de generar estrategias.
El trabajo permanente, constante, perseverante en cada uno de estos puntos genera el hábito de pensar estratégicamente. Para esto es necesario aplicar herramientas que apoyan el proceso de convertirse en estratega de proyectos y estratega de vida.